Vivimos en una eterna incertidumbre, y la única forma de asumir esa incertidumbre es a través del arte.

domingo, 30 de septiembre de 2012

Ni princesa de plástico, ni príncipe de marfil


Resulta, que no existe eso. Resulta, y no me acabo de enterar, pues ya lo sabía, que no existe eso de “Mi princesa” pues todo el mundo añora que alguien la llame princesa, y todo supuesto príncipe, está realmente marcado por el alcohol. Todo príncipe, quiere a una princesa de plástico y toda princesa quiere un príncipe de marfil, pero ninguno abre los ojos realmente, pues ni existe el príncipe de marfil ni la princesa de plástico, ni existirá nunca. Y no se quieren dar cuenta de que lo soñado, eso solo sueño, nada más. Y buscamos, y rebuscamos, pero nunca encontramos, y aquellos que lo consiguen, son grandes privilegiados, y los demás, simples del montón que siguen enfrascados en su búsqueda por el “gran amor de su vida”.
¿Y qué es eso realmente? El gran amor de tu vida, eso no existe, pues nada es eterno, nada ni nadie. Somos incluso instantáneos, hay miles de cosas que duran más que nosotros mismos. Y por eso, eso del siempre, nunca será verdad, y eso de eterno, tampoco. Por eso, de año en año, las huellas de príncipes distintos por nuestras vidas, serán tantos, o tan pocos, pero nunca del mismo. Por eso mismo, yo nunca digo “siempre” y si lo digo, no lo siento, nada es eterno y mañana cambiaremos.
Hoy,  todo es de color de rosa, y mañana, todo será amarillo. Los colores cambian, los colores, las personas, las modas, los príncipes, las princesas, las verdades, las mentiras, las historias, las leyendas, los caminos, los finales felices, los principios tristes, las sonrisas, las expresiones, las melodías, las risas, las bromas, las realidades, los sueños, los cuentos, el planeta, la vida, la muerte, los juegos, las miradas, las fórmulas, los libros, las palabras y las líneas, los consuelos y los nombres. Todo cambia, en segundos, todo cambia, y el amor, también.
Por ese motivo y no otro, ni me encadeno ni me ciego. Por ese motivo, no espero mucho de ti, y creo que tú tampoco de mí. Por ese motivo, hoy estoy aquí y mañana puede que no, por ese motivo, no esperes que te quiera hasta la saciedad, ni desee poseerte, pues ni lo haré ni lo intentaré, pues te querré lo que te merezcas, solo lo suficiente, nada más. 

Solo viento, nada más.


Menos mal. Menos mal que no te mostré este pequeño escondite, menos mal, que no te dije todo lo que te tenía preparado para decir. Y ahora respiro tranquila sabiendo que paré a tiempo, que paramos ambos, pues sabíamos que esto no era de verdad. Los dos sabíamos que esto era un simple juego, un simple juego del que en cualquier momento saldríamos y no pasaría nada, y fue así como salió, terminamos la partida, salimos del juego, y ninguno de los dos se hundió, pues no era real. Y me doy gracias a mi misma, por no haberte mostrado todo aquello que tenía pensado enseñarte, me doy gracias, por no haberte mostrado todo mi ser, ni haberme abierto a ti, pues habría sido un error.
Y ahora, al salir de este juego de niños, este “te quiero más que a nada en este mundo” falso, siento que he aprendido, he aprendido, que no puedo ser así de inocente y débil. Porque sé, que ninguno de los dos sentía el “te quiero” que decía, porque puedo jurar a la luna que ambos sabíamos que todos los “siempres” prometidos, tenían fecha de caducidad, y estábamos enterados de ello, pero no lo dijimos, por miedo, por temor, por no querer acabar la partida tan pronto.
Pero, hemos dejado de jugar, y solo ha pasado el viento, tampoco a cambiado nada, la indiferencia, nada más, ahora es más profunda por parte de los dos, la ignorancia, huir de la mirada del otro cuando te cruzas, eso es, solo eso, y así demuestro, que ninguno de los dos se quiso. Y así compruebo que esto no llegó a ser sueño, ni página, no puedo pasarla, pues solo son una o dos líneas que hemos borrado y ahora ni existen, tal vez en la memoria de unos cuantos, en algunos más que en otros, pero nada más. Eso es todo, un juego. 

viernes, 21 de septiembre de 2012

Hija de la luna


“Pequeñas son las notas, más ya no llenan mi mente constante lo suficiente, pues se ha quedado vacía tras la marcha del ruiseñor, pequeño se le hace el mundo a mi gran mente soñadora,  tras descubrir todos los mares remotos que existen y las pocas tierras que leer en la palma de una mano, extraño se me hace el cantar de los pájaros en esta noche de soledad compartida, extraña se me antoja que ya no serán iguales. Puedo oler ahora el humo cargado de mensajes, de esos que no tienen remitente, el ruido ahora se hace hueco y deja espacio a los pequeños segundos de carencia, la matutina respuesta aguarda a ser pronunciada mientras el ruido me inunda de nuevo y deja atrás esos momentos de paz, el sol temprano asoma por la línea de la nada profunda y deja en mí la huella de cada noche, la marca de existencia, la marca de posesión, pues pertenezco a la noche y así ha de ser, pues soy de la luna y no es un dato que pueda albergar duda, tengo dueña.”

Y dímelo.

Y pronuncia.

Y atrévete…

Pues no habrá otra ocasión que estos pequeños segundos en los que el silencio me permite escuchar tus lamentos y maquinar una respuesta agradable que no sea certera pero si sanadora, y déjame que cure tus heridas en estos segundos, pues mi dueña no me permite hacerlo en otro instante, y enséñame tus dolencias bajo la luz de la luna que bañará tus lamentos de paz y te albergará algo de luz en ese roto corazón tuyo. 

jueves, 20 de septiembre de 2012

Eso, eso que no se pronuncia.

Las palabras salían de mis labios formando humo de incertidumbre ante mis ojos y las lágrimas ya secas se ceñían a mi cara sin ganas algunas de desprenderse. Los segundos pasaban contados, de uno en uno, el tiempo se hacía eterno y el tic-tac del reloj se podía oír desde aquí. No miraba nada, estaba parada. Notaba mis labios moverse, pero hacía rato que no me escuchaba, notaba mi cabeza dar vueltas, pero hacía tiempo que mi mente estaba en otro lugar, muy lejos de ahí, en un sitio en el cual poder abrir los ojos sin ser cegada por la luz y sentir el aire como me llena de frescura los pulmones negros y mi corazón se alegra mientras la sonrisa se pinta en mis labios, ese es el lugar, no este.
Ya había parado, el silencio se apoderó de nuevo de mi cuerpo y el vacío me comía por instantes. No había pájaros en la ventana y el calor consumía la estancia con poco interés. Nada había salvo él y yo, él, yo y el silencio, ese que todos vemos, ese que se encuentra en las esquinas.
Él me miraba con furia, con desazón, ¿qué había dicho? Mi mente había recopilado la conversación a pesar de encontrarse lejos, por lo que como si archivo fuera, lo busqué y mientras dejaba de lado la situación, lo leí:

"- ¿Sabes que me pasa? ¿Sabes cual es la verdad? ¿Esa que tanto ansias? Pues no pequeño, no hay ninguna verdad, es todo simple, el problema es que tu no te das cuenta, el problema es que me tienes delante y no me ves, como si fuera agua, agua de algún caudal. Siento mucho haberte abierto los ojos tarde, pero esperaba de tí algo que no fuera estupidez. Me siento furiosa, por tu comportamiento, por el mío y por el de los dos. Mi gran mentira es que no me comprendes y la tuya es que no lo quieres hacer. La gran verdad es que tu no me quieres ni mirar y yo no quiero que me veas. El gran problema es que yo no espero nada y tu no quieres dar. La responsabilidad es de los dos.
Mentí si, mentí hace mucho tiempo cuando te prometí un siempre, es verdad que ambos lo hicimos, nunca prometo siempres, fue mi error hacerlo entonces, me arrepiento ahora. Y mírame, ¿qué ves? no ves a esa chica de la que te enamoraste, no la ves, nunca más la podrás mirar, no a esta, pues se a esfumado. Oh, yo te quiero tanto, tanto que te enseñe demasiado de mí, lo suficiente como para que pudieras destruirme, y es lo que has hecho, matarme lentamente. Con cada una de tus palabras, tus actos y tus propias miradas, con cada una de ellas me decías que no me querías, y ahí no acaba el mundo, pero si en la linea de la nada que pintaste de mentiras. Deje que esto durara demasiado y me a costado caro. Te quise, te he querido y puede que te quiera todavía, pero tu no a mí y lo sabes.
Mentiremos una vez más cuando nos demos un abrazo ahora y nos digamos que queremos ser amigos, eso es mentira, no te quiero volver a ver, tu tampoco a mí, no es de personas civilizadas, pero dime tu a mí cuando lo hemos sido. Te irás, mañana, pasado , dentro de una semana, nos cruzaremos y con una inclinación de cabeza y una sonrisa nos saludaremos, ni holas ni hostias, pues no queremos eso, estamos dolidos, y el recuerdo arde en nuestro interior. Y te pido, vete, vete y vuelve cuando yo sea otra. No eres tu, no soy yo, es el orgullo. "
Si había leido bien, había cortado con él, y le miré atentamente a sus ojos de mares remotos y pensé, que suerte tendrá la siguiente.

Pero no me dejó pensar, sus palabras me llenaron en cuanto tuvo ocasión.

-¿Qué? ¿Que no te quiero? Eso es lo que crees, no te doy regalos, no te pinto besos y ni mucho menos me acuerdo de tu cumpleaños, nunca estaré a tu lado en los momentos difíciles ni en los fáciles, nunca te podré dar ayuda ni apoyo. Pero te puedo asegurar que mi corazón es tuyo, desde la primera vena hasta la última gota de sangre que alberga en él este órgano. Me siento orgulloso de decir que daría mi vida por tí, pues asi es. Me siento orgulloso de decir que acudiría a ti en cualquier situación. Pero asi soy yo, lo tomas o lo dejas, aqui estoy, con todos mis pros y mis contras, en busca de esos ojos color café que me calentaron en las noches de invierno de hace ya varias primaveras. Espero, estoy seguro, de que ese silencio es el orgullo y ambos lo matamos con cada palabra, siento que no te puedo ofrecer más, aquí estoy. Miraré tu sonrisa hasta que en ella desaparezca mi huella, mi huella de mordiscos.

-Crack- El silencio, no el silencio no, el orgullo, se había roto en miles de pedazos que volaban temporalmente por el oxígeno que ambos respirábamos, y ahora no era yo ni era él, ni era nadie, ahora, estaba yo en ese momento. Mis ojos color café dejaron que él bebiera un último sorbo de ellos y después mi sonrisa le regalo un último mordisco. Empezaba otra primavera, otra más en la que ambos compartiríamos lejanías, compartiríamos silencios, pero compartiríamos algo más, eso que no se pronuncia, eso que se demuestra.

"Suena el timbre, ese que me saca de mis casillas"



Estoy sentada en el suelo. La casa está vacía y yo me siento sola. Las ventanas de toda ella están abiertas de par en par y el viento y el agua entra con fuerza pues está lloviendo. El teléfono no para de sonar, no creo que lo haga hasta dentro de un buen rato, quien quiera que llame debería saber ya que no lo voy a coger, nunca lo cojo, hoy no va a ser una excepción, digo yo. La luz en toda la estancia es gris, y mi pelo castaño se revuelve con el aire que me despeina. Hace apenas unas horas que se ha ido y ya le echo de menos, con su presencia, la casa estaría caliente y la cocina recogida, no olería a palomitas y los baños no parecerían establos, los cacharros estarían limpios por lo que yo podría cocinar de nuevo, habría comida en la nevera y mi camaleón tendría su estómago lleno. Pero no está se ha marchado, volverá dentro de una semana, pero se me hará eterna, no sé todavía si cuando vuelva se encontrara una persona viva en este hogar o a un simple fiambre  muerto del aburrimiento.  Acaban de llamar a la puerta y no estoy segura de querer abrir, no tengo la obligación de hacerlo, pero me digo a mi misma que tengo que ser educada y me levanto del suelo. Voy completamente impresentable como para recibir a alguien, pero no pienso arreglarme, hasta tanto no llego. Me miro en el espejo de la entrada antes de abrir mientras el timbre no para de sonar. En él, veo a una chica de no menos de 17 años, ojos color cola-cao pelo castaño y ondulado, muy largo, por la cintura. Es delgada y con un buen cuerpo, esta buena en resumen, pero no todo el mundo lo ve así. Me estiro la camiseta de mi hermano que llevo como pijama y ando unos tres pasos hacia la puerta, y la abro. Al hacerlo, me encuentro con un chico, de mi edad más o menos, tiene el pelo castaño claro, muy claro diría yo, me saca una cabeza y sus ojos son verdes. No me fijo en su ropa, no es de interés para mí. Pronuncia un tímido <<Hola>> al que yo respondo con un borde <<¿Qué quieres?>>

-Soy tu vecino, aunque supongo que no lo sabes dado que me acabo de mudar- me está diciendo el mientras que yo lo examino lentamente y doy por finalizada mi expedición física. ¿La conclusión? Está bueno. Sé que ha seguido hablando, yo no le estoy escuchando y me imagino la cara que debo de tener, una cara de tonta enorme. Dado a mis imaginaciones sonrío sarcásticamente para después sacudir la cabeza.

-¿Decías?- digo volviendo a la realidad

-¿Qué si tienes algo que hacer? No tengo amigos aquí y necesito pasar el rato- responde al fín. Le a costado decirlo, se nota que no es de su agrado aburrirse. Como tampoco es del mio y era lo que estaba haciendo, suelto una leve carcajada, le cojo de la camiseta blanca y lo meto en mi casa.

Noto su cara de asombro al ver el panorama, no me molesto en disculparme, a el ni le va ni le viene como esté ese lugar. El viento azota su cara y entrecierra los ojos, yo me rio por su expresión y seguidamente me mira mal.

-Bueno-digo resuelta- ¿Qué quieres?

-Pues nose, que estabas haciendo?

-Me rio ante su pregunta… ¿Qué que hacía? Nada. Absolutamente nada. Pero eso, claramente no se lo digo, me hago la interesante apoyándome en el marco de la puerta de la cocina y respondo- y eso que importa?

-pues… nose, era solo por…

Antes de que termine de hablar yo ya me estoy riendo a carcajada limpia, me gusta reirme, es bonito. Me vuelve a mirar mal y se calla.

-Lo siento lo siento- me disculpo todavía entre risas- es que no soy dada a las relaciónes con tios de mi edad.

Noto su desconcierto y decido no darle importancia. Estoy en bragas y no me he dado cuenta, tampoco me importa, le doy una alegría al chico, si se llega a enterar claro. Mi moño mal hecho se acaba de terminar de deshacer y mi pelo baila a sus anchas por delante de mi cara. No quiero cerrar las ventanas, es molesto estar encerrada. Me miro las manos y me siento tranquilamente de nuevo en el suelo.

-¿Cómo te llamas?- le pregunto mientras todavía me miro las manos, observándolas con curiosidad.

-Cooper- me responde algo tímido.

-Ah, con que Cooper eh? – digo entre graciosa y animada pues acabo de encontrar un lunar en mis manos del que no me había percatado de su existencia. Me levanto de  un salto y me dirijo hacia él, en estos momentos, mi mirada es intensa, por la electricidad. Mis manos se acaban de posar sobre su pecho y lo empujan hacia atrás. Le susurro un  <<ven>> en el oído, por el cual noto que le entra un escalofrío y le cojo de la mano. Espero no encontrarme con ningún sujetador por el suelo en mi camino hacia la habitación, pero mis expectativas no se cumplen, pues acabo de ver uno. Sé que Cooper también lo ha visto, está muy expuesto.
Acabo de entrar en mi habitación, seguida de Cooper que no le quita ojo a mi culo. Sabía que era como todos los tíos, ¿Quién no se resiste a un culito sexy? Ni yo misma. Me rio por mis ocurrencias mentales y me siento en la cama.

-Yo me llamo Jay, no es un placer- digo sarcásticamente con una sonrisa, mirándole atentamente- ¿A qué quieres jugar? – le preguntó, pues ni yo lo sé y como me aburro necesito estímulos, algún juego divertido en el cual pasármelo bien. Veo como se sorprende a mi pregunta y se pone a pensar, es muy gracioso. No paro de sonreír, soy rara.

- Vamos a jugar a… “bésame aquí” – Digo yo, pues me he cansado de esperar a que responda, es un tanto poco hablador, me gusta. Después de jugar conmigo a esto, estoy segura de que no volverá a aparecer por aquí, no pierdo nada al fín y al cabo. Por lo que me levanto y le miro. Estoy viendo una pizca de sensualidad en sus ojos  y eso me llama la atención. Supongo que a pillado el juego con solo el nombre, no es difícil hacerlo.

No sé como, bueno si losé pero no pienso dar detalles, pero hemos acabado medio desnudos. 
Él ya se ha ido y yo estoy viendo la tele mientras cómo no, me meto una y otra palomita en la boca. Ahora hay anuncios, por lo que cojo el mando y hago zapping, oigo el timbre, que pesada que es la gente, es aburrido tener que socializar. Bueno, no pierdo nada, me levanto con todas las fuerzas del universo, atravieso el largo salón y salgo a la entrada. No sé por qué, pero creo que sé quién es. Estoy abriendo la puerta, y como no, me encuentro con mi compañero de juegos de esta misma tarde. Me sorprendo al ver una sonrisa pícara en los labios y un <<te deseo>> pintado en la mirada. Le estoy mirando como una boba losé, lo intuyo, algo dentro me lo dice, llámalo X. Le agarro de la camiseta, no me pienso andar con rodeos. Esta tarde ya hemos hecho la iniciación, esta noche haremos el seguimiento.

-Chica mala- me dice cuando ya casi le beso.

-Coop, chico bueno-  a sonado idiota, pero es lo que quería contestar. Noto un rubor en sus mejillas y le beso con pasión. Ya te digo yo, que esta noche me lo voy a pasar bien. 

jueves, 13 de septiembre de 2012

Agua con gas, lo que solías tomar.


[Querida Janne:
Hoy, el aire es frío y las gotas de la lluvia que golpean mi cara con fuerza, también. Hoy, el temporal me recuerda a ti. Por repetidas razones, que me son más que especiales. Para empezar, porque, te encantan este estilo de días, esos en los que caminar es deliciosamente extraño, en los que el calor de un buen chocolate contrasta con el frío del viento. Además, me recuerdan a ti, porque cuando el agua te calaba helándote los huesos, cuando te castañeaban los dientes, y cuando el viento te tiraba para atrás, estabas tú para darme calor, ese calor que solo se siente en el corazón, ese que te reconforta y te da tranquilidad, paz, ese, que cuando lo sientes, ya no te importa el estado en el que se encuentre tu cuerpo material, pues tu alma y espíritu están calientes y es lo único que te importa, en ese momento, cierras los ojos, y te dejas llevar por la calidez de tu presencia. Por eso mismo, este día de hoy, aquí sentado en el bordillo de la carretera, me recuerda a ti, si, pero también me hace darme cuenta, de lo mucho que te echo de menos, y de lo solo que estoy desde que tus palabras no llenan mi mente con tanta frecuencia.
Besos. Dante]


[Querido Dante:
Hoy, las personas pasan por delante sin pararse a pensar, caminan, hablan, pero no piensan. Hoy, echo de menos tus silencios, esos cargados de significado.
Tal vez, ahora, estés en tu casa, en tu habitación de paredes blancas, esa que tanto me encantada, y estés leyendo esto. Quiero, que mires a tu alrededor, al igual que lo haré yo dentro de unos instantes, y busques algo, algo que te recuerde a mí. Esa camiseta que te regalé, el dibujo que te pinté, el disco de música que te rompí y que después enmarcaste, tal vez, mi mochila del instituto o la bufanda de mi osito de peluche, que me dejé como despiste. Escoge algo, de todo lo mío que se encuentra a tu alrededor, y míralo, en silencio, como me gustaba a mí, sin música de fondo, sin palabras de otras personas de tu casa, en silencio. Y ahora, respira, ¿Qué sientes? ¿Mi presencia? Tal vez, pero recuerda, recuerda esos momentos, esos en los que yo estaba ahí. Algún día volveré, losé porque si no lo hago, un cacho de mi corazón de quedará en desuso, y por salud de mi propio espíritu, e de acudir a tu presencia. Cuando lo haga, cuando vuelva, puede que el recuerdo de mi presencia, se haya esfumado, como el humo del cigarro tras unos minutos. Pero, volveré, y si todavía quedan rastros de mi alma por allí, no dudes, me quedaré.
Echo de menos tus silencios, esos que me inundaban de paz.
Cuídate. Janne]