Quiero volver a correr por la Gran Vía, volver a la
costumbre de los Ducados bajo las escaleras del edificio de arte. Quiero volver
a asistir a las clases de interpretación de María, también a rendirme al
cansancio sobre la cama de Izan después de ensayar los pasos de contemporáneo. Deseo
volver a escaparme un martes por la mañana, con mi hermano de piloto en un Audi
del 78 camino Barcelona o simplemente cantar al vecino del quinto en el piso de Paul, con las piernas
colgando en el balcón y los letreros fluorescentes del Cine Capitol alumbrando
mis pies.
Quiero volver a todas esas pequeñas cosas que componían mi
día a día. Ahora, con un Marlboro en la derecha, sin encender, pues me falta
voluntad para fumar, y una botella de Jack Daniels en la izquierda pienso en lo
que han cambiado las cosas.
Ya no viene Izan a llamarme a las ocho, ni grita por el
pasillo de mi casa lo de “¡La danza del maíz de baila mejor por la mañana!”, no
se queda conmigo en mis noches de escasez. Su voz se ha apagado y ni las
grabaciones en las cintas de video suenan igual que antes. Echo de menos cuando
abría las persianas, no sé qué ha sido de él, ni si su vida sigue igual o no,
tampoco sé si él también me echa de menos.
Junto a él añoro la casa de Paul, y el constante parpadeo de
las luces del Cine Capitol reflejado en
las ventanas del salón; los miércoles por la tarde, apagados por el rasgar de
mis uñas contra el bajo de mi amigo. Al igual que Izan, Paul y su casa sobre el
Cine Capitol también se han ido, ahogados todos en una cinta de super 8.
También hace mucho que se acabaron las clases de María, en
aquel apagado salón y el sudor en el aire, junto a las pequeñas interpretaciones,
típicas de niños pequeños, que le hacíamos al
dueño del bar de abajo.
El único que no ha desaparecido de mi vida es mi hermano,
pero si los viajes improvisados a Barcelona, incluso creo que el Audi del 78
lleva tiempo en la chatarrera también.
Algunos días pienso que he sido yo, que los he echado a
todos, o que han huido, como huyen los ratones bajo una escoba color cobre.
Y me quiero creer que no, pero, hecho tanto de menos a Izan
y a todos los que venían con él, que me duele. ¿Dónde quedó ese “estaré aquí
para ti”? Porque yo sigo esperando a que
se haga realidad.
Una llamada de teléfono me levanta de la cama y me obliga a descolgar. Al otro lado la voz de una chica, apagada por una dulce vacilación dice, "Te hecho de menos de una manera, total e irrevocable. Hecho de menos que digas que la danza del maiz se baila mejor por las mañanas" Es su voz, y quiero creer que no.
Cuelga antes de que pueda contestar que yo también.
Después de tanto tiempo, es como si hubiera despertado de un mal sueño. ¿Qué te paso Haylei? ¿Por qué?
No se nada de ella. De vez en cuando me encuentro con su hermano, que no la menciona mucho, únicamente un par de insultos despectivos hacia ella, lo cual me sorprende por lo bien que se llevaban. Por otra parte se que tampoco va a casa de Paul, pues se por el mismo que prefiere no volver a verla. Y yo, yo inconscientemente, estaba esperando a que me llamara.
Creo que llamarle solo ha empeorado las cosas. Haylei, eres tonta-me repito.