Vivimos en una eterna incertidumbre, y la única forma de asumir esa incertidumbre es a través del arte.

sábado, 26 de abril de 2014

¿Qué es mi instituto para mí?

Ella se ha levantado del asiento de terciopelo rojo. Tiene el vestido arrugado por la parte de atrás y un agujero en las medias por el interior del muslo derecho, pero con eso y todo está mirando al frente como si ahí delante estuviera el mismísimo presidente del país, que si lo estuviera- piensa ella- le escupiría sin dudarlo. Lleva el folio doblado mil y una veces escondido  en el sujetador y cuando sube, con paso sereno a la tarima y mira a todo el mundo que la observa, inquietante y en silencio, siente el poder correr por sus venas, por fin alguien se va a dignar a escucharle. Se mete la mano por dentro del sujetador por arriba y recibe algunas risas y un par de miradas extrañadas. Desdobla el papel en el silencio del auditorio y siente que su respiración hace eco en la tensión del ambiente. Lanza una mirada a sus manos temblorosas, y empieza.

"No sé si esperáis sinceridad con esto o solo que os colmemos de flores.

Primero voy a dar las gracias a mis profesores, a todos los que me han enseñado y a los que todavía no y lo harán en un futuro. Porque tanto si lo han hecho bien, como si lo han hecho mal, soy quien soy gracias a ellos (y un millón de cosas más)

No sé qué es el instituto para mí, ni lo que es para los demás. Habrá quien lo odie, habrá quien no, habrá quien se la sude un poco todo esto. Y yo, yo no tengo ni puta idea.

Pero sí sé, que sea como sea, me ha enseñado muchas cosas. A decir lo que pienso, a quejarme. Me ha enseñado como no quiero que me enseñen y como sí.  Creo que no solo está ahí para enseñarnos matemáticas, biología y un montón de folios impresos en tecnicismos, también está para enseñarnos a comportarnos y a convivir, aunque su forma de hacerlo sea una puta mierda.

A veces los demonios somos nosotros mismos. 

Nos quejamos de los profesores y de los exámenes. Yo también me quejo de la hipocresía y del poco respeto que nos tenemos unos a otros  a veces. Aunque ¿qué esperamos? Nos meten ahí y esperan que seamos un nido de paz y amor.

Desde los tres años, hasta que nos morimos nuestra vida se basa en aprender. Menuda puta mierda de aprender es esta ¿no? Normal que haya gente que tire la toalla, aunque sea por razones distintas como que un cigarrillo en el parque es mejor que un montón de fórmulas.

Tenemos una educación basada en la bulimia y en la competitividad. Aprendemos cosas, y las vomitamos delante de un folio para que alguien le ponga nota a lo que sabemos. Notas. Números. Nuestra vida son números. UN JODIDO EXAMEN DECIDE QUE PODREMOS HACER CON EL RESTO DE NUESTRA VIDA. Un mes estudiando como jodidos ratones de biblioteca para un examen, decidirá nuestra vida.

Eso solo si hacemos la selectividad. No todo el mundo tiene alguien que le diga que estudiar está bien, que le eduque en la razón, no todo el mundo tiene unos padres que le empujen hacia delante, que lo quieran. Y toda esa gente, ¿Qué? A la puta calle, porque, nadie les ha dicho que se quieran un poquito que piensen en el futuro.

No debería quejarme de lo que tenemos cuando nos quieren quitar hasta eso. El sistema educativo está podrido. Y para mejorarlo, le echan ácido sulfúrico. No debería quejarme, pero lo hago, porque estoy aquí para eso, para decir lo que quiero, y expresarme y luchar si hace falta  por lo que lucharon mis abuelos  y por lo que lucharan mis hijos. Cada uno con sus causas y razones. Me han criado para que sea justa, y fiel a lo que pienso, me han criado para tener moral, para no dejarme manipular, me han criado para que sea yo misma, me han criado para que sea por lo que sea, nunca me deje derrotar, me han criado dejando que descubra lo que pienso, no metiéndome en la cabeza ideas que no son mías, ni religiones que me aten a convencionalismos y a dogmas que me discriminan como lo que soy.

Me quiero a mi misma y  solo por eso, quiero algo mejor como educación para mí y para los demás. El sistema está hecho mierda.

Pero fuera de eso, a mi instituto, gracias. Porque él no tiene la culpa de las decisiones nefastas que toman los gobiernos, y lo hace lo mejor que puede. Gracias a mis profesores, por enseñarme, por instarme a seguir aprendiendo, gracias por hacerlo lo mejor que habéis podido. Gracias por intentarlo, por preocuparos. Gracias por dedicar vuestra vida a que yo empiece la mía con buen pie.

No os hago la pelota, os digo las cosas como son. Tanto si me ha gustado vuestra forma de trabajar como si no, gracias.

Os respeto como lo que sois, personas. Fuera de vuestro oficio y vuestra causa.


Gracias también a mis compañeros, tanto si os tengo un asco increíble como si os valoro de verdad. Porque viendo los errores que cometéis vosotros, soy capaz de ver los míos también. Estoy aquí para aprender, y como he dicho antes, no solo a formular y a hacer sintaxis.

¿Qué es el instituto para mí?  Un nido de ratas y peste. "


Se acomoda el pelo detrás de la oreja, le sonríe al director que la mira con la boca abierta, y cruza todo el auditorio para salir por la puerta con un sonido mecánico y sordo, todo lo que se supone que tenia que haber dicho, no lo ha dicho, ellos no querían sinceridad, querían mierdas envasadas al vacío. Fuera hace viento y el papel en sus manos se vuelva a saber dónde, sonríe y escucha el ruido de la ciudad más allá de esta calle. 

martes, 1 de abril de 2014

On the road.



Se pregunta a veces, entre curva y curva, roto y libre por dentro, cuál es exactamente su destino. Y después se ríe, con un brazo colgando de la ventanilla y medio cigarrillo pendido de sus largos dedos, la risa suya chocando contra el viento y los últimos rayos de sol dando de lleno en la luna del coche y cegando un poco sus ojos claros. Es la carretera, siempre ha sido ella, la que lo llama, la que lo induce, la que lo obnubila, la que, después de todo, siempre ha estado ahí.

Y suena triste- piensa a  veces- pero no lo es en absoluto.

Y la música que resuena fuerte contra los viejos y roídos, desgastados asientos de cuero, los mismos casetes de música, una y otra vez. Que ya son sus canciones, que ya es la banda sonora de su vida, esa que pondrán en su incineración, cuando sus huesos en cenizas se tornen.

Es su libertad, esa la de no ser de ninguna parte y que ninguna parte sea suya. “Una libertad un poco anclada a demasiadas cosas” se susurra siempre cuando tiende el edredón blanco sobre un colchón mal colocado en la parte de atrás de la camioneta. (Las estrellas son constantemente como puños, brillantes y lúcidas, consejeras y estables, ahí arriba)

No es que la luz sea más intensa ahora que solo conduce, ni que los colores son más brillantes. No es nada de eso, ni si quiera que la cama sea más cómoda a pesar de que cuando llueve se ve obligado a buscar el sueño entre los dos cotrosos asientos delanteros. No es eso tampoco, es solo que, lo vive todo más. Vivir. Sí, eso sí es. Solo le faltaba eso. La vida.

Y la ha encontrado.


Hecha de cigarrillos apagados contra el salpicadero, de un edredón blanco y podrido en la parte de atrás. Hecha de rayos de luz atravesando la luna, o de retrovisores reflejando su buen humor por la mañana. Está hecha de estrellas como puños, de un viaje interminable a quien sabe dónde, de lugares nuevos. Hecha de gente, de cultura.


 Hecha de él mismo sin más, nada de ‘él y un poco de los demás’