Vivimos en una eterna incertidumbre, y la única forma de asumir esa incertidumbre es a través del arte.

jueves, 22 de enero de 2015

Blue Eyes

Tenía los ojos azules, como un lago chispeante que se agrietaba en los extremos y se hundía en un profundo agujero negro en el centro. Tenía los ojos azules y la mirada más triste que se podría ver jamás, haciendo juego con sus baladas, cuando las cantaba a oscuras, cuando el cielo se teñía de mar, o de olas oscuras y latentes, como vivas.

No era nadie, según él. Y la vida pasaba por el, como el pasaba por la vida, con calma.

Irlanda lo había visto crecer, cuando su cabeza, llena de pelo negro carbón no alcanzaba un palmo del suelo. Había visto sus primeros dibujos a carboncillo, fruto de un desorden eterno entre el cerebro y las neuronas. Le había visto perdido en un bosque que no conocía ni conocerá jamás. Sus manías, sus juegos. Irlanda había visto en el todo lo que nadie había querido ver, y el había visto en irlanda todo lo que no veía en los demás. Y con todo y eso, se fue. Huyendo de su sombra, como Peter Pan y el caballo de Alejandro Magno. Preparado para hacer historia en el libro del olvido.

Era Abril, su padre dormía sobre la cama y su madre llena de flores frescas, bajo tierra. Llevaba la funda de la guitarra colgada del hombro -llena de papeles escritos, dibujados a carboncillo y tres o cuatro paquetes de tabaco Virginia, ni una sola guitarra-. La luz afuera se asemejaba a la que aparecía en las fotos antiguas de su madre, donde salía sonriente y viva - más de lo que la vio jamás- una luz entre apagada y ausente. Sonaba una canción de la radio en el edificio de al lado e Hysteria de Def Leppard en su cabeza. -Hace un día perfecto para irme- pensó el, metiéndose setecientos cincuenta y tres euros con cincuenta céntimos en el bolsillo, acompañados de una foto antigua de Marilyn Monroe con el dorso garabateado por la letra de su madre.

Es cierto, el día era perfecto. Como lo son todos los días.

Nunca recordarás este momento, Noah- le dijo a su hermano de un año y medio que lo miraba expectante y feliz desde la cuna- Nunca lo recordarás y yo estaré inexistente o ausente en el fondo de tu corazón, para toda la vida.
Noah no le dijo nada, porque no hablaba, entre otras cosas.

Tardó cuatro minutos y treinta y dos segundos exactos en coger las llaves de la furgoneta, montarse en ella y arrancar el motor. Tardó tan solo un segundo en decidir que no se iba a despedir de su padre. Y dos minutos más en alejarse de esa calle, montado en una furgoneta del sesenta color rojo roído. Seis minutos treinta y tres segundos, número de la huida. Tiempo después, mirando el mar, lamentará esa despedida que no hizo.

Pero ahora, la carretera era muy larga, el mar muy amplio y el mapa abierto en el asiento copiloto, muy grande.


Summer-Ireland.
Llueve afuera ahora, verticalmente, ni una pizca de viento. Llueve y el cielo es espesamente gris, un hecho relevante, culteranismo, según la señorita de literatura que leía a Gongora con tono solemne.

Llueve afuera ahora y el cielo está en ligero movimiento sobre el centro, y nadie es consciente de que tengo ganas de llorar.

Llueve afuera ahora y me sobrepasa la sensación de estar lejos y cerca de todas partes. De que la tierra es distante a mi, y viceversa, por el contrario, estoy a punto de hundirme en ella, y viceversa.

Y sin embargo.

Soy incapaz. Y esto es lo más cercano a la verdad que podré decir nunca.