Vivimos en una eterna incertidumbre, y la única forma de asumir esa incertidumbre es a través del arte.

lunes, 13 de julio de 2015

¿De qué hablaremos cuando estemos vivos?

"Un guardián, joven y fornido, patea en el suelo nevado a un prisionero anciano que se ha caído exhausto. No tiene fuerzas ni para quejarse. Y nadie se atreve a protestar porque se juega la vida. Están en un campo de exterminio. Pero aun así hay una palabra indómita, que se abre paso en el castañeteo de los dientes.
- ¿Por qué?
El guardián nazi se revuelve. También está adiestrado para eso. Tiene una respuesta terminal
- Aquí no hay ningún porqué. "

Lo cuenta  Primo Levi en Si esto es un hombre. Él es quien se ha atrevido a hacer la pregunta. Y la respuesta del guardián equivale a todo un tratado sobre la historia dramática de la cultura. La primera medida de todo poder autoritario es hacerle la vida imposible a los porqués. La arbitrariedad no soporta ese interrogante. Ni en un palacio imperial, ni en una empresa, ni en una escuela, ni en una iglesia. Al privarlo del porqué, se convierte al otro en un subalterno, en un prescindible. Un espacio sin porqués acaba siendo siempre lo que César Vallejo llamó "tierra indolente": donde cavar un adiós.

Tal vez es verdad que hay gente que vive feliz en la ignorancia. Que prefiere no hacerse preguntas. Preguntar, igual que recordar, a veces duele. Lo absurdo es que haya propagadores, en lo público, de un inconfesado "derecho" a la ignorancia. Y lo más calamitoso es que esa sustracción de porqués tenga como campo preferente la enseñanza. A un atracador le preguntó un juez cual era la razón de escoger siempre establecimientos bancarios, el hombre, un auténtico profesional, le respondió : "Allí es donde está el dinero, señor juez". Los profetas de la ignorancia no suelen ser tan sinceros.

Éstos actúan sobre la enseñanza para "mejorarla", hacerla más competitiva, e incluso más libre. En realidad, lo que hacen es apropiarse de los porqués. ¿Por qué? Porque es ahí donde están.
En el principio, también en el génesis, está la curiosidad. La curiosidad es el motor del aprendizaje, si se nos quitan los porqués, si se nos quita la respuesta a la curiosidad, ¿Qué nos queda?

Esta arte y esta ciencia, la de preguntar por qué, está en la cuerda floja en la enseñanza española. La polémica LOMCE, que entra en vigor en el próximo curso  (2015/16), se presenta  por sus valores como una "máquina de competitividad", pero deja destartalada la más fundamental "máquina de la curiosidad". No hay competitividad si se hipertrofia la curiosidad.
Esta nueva ley, derriba y margina a la Filosofía, la literatura, las artes. En este periodo de corrupción y crisis, se termina de romper con absolutamente toda la Educación para la Ciudadanía y para la cultura. Podríamos terminar bachillerato  sin viajar a la Odisea, sin alucinar con Shakespeare, sin discutir con Voltaire, sin conocer el significado de la teoría de Darwin.
Sin ningún consenso, esta nueva ley responde a un empeño partidista, que no ha valorado en absoluto el valor de la curiosidad, la esperanza, y el saber. Responde a un programa  basado en la competitividad, que nos deja a ciegas en la cultura tanto española, como mundial, y que nos niega los porqués que han amamantado a nuestros antecesores de cultura y de respuestas. Un programa que retrocede 40 años en el tiempo.

 Esta nueva ley apuesta por ciudadanía capaz de producir, pero incapaz de pensar. Porque, como ya sabemos, un pueblo que no sabe, es un pueblo manejable.