Vivimos en una eterna incertidumbre, y la única forma de asumir esa incertidumbre es a través del arte.

sábado, 30 de marzo de 2013

Puede que ya lo hayas oído, yo solo vengo a recordártelo.

No sé como hacerlo, Lisa. No sé como quererte bien, no se me dan bien los puzzles y tu corazón se ha convertido en uno desde que lo rompí sin querer en mil pedazos. Te has encasquillado a mis costillas y desde ahí me haces cosquillas en el corazón, pero eso no basta para que nos traigan las perdices del final del cuento que nos merecemos. Ser feliz es difícil, y merecer tus besos aún más, pero si he marcado tu número esta noche es para asegurarte que haré todo lo posible para que me corresponda cada suspiro que se te escapa entre la comisura de los labios. Quiero poseer tu pelo, y tus manos. Quiero que me des tus manos, y permiso para observarlas pintar durante horas. 

Tengo miedo, Lisa, y sólo digo incoherencias, y se me escapan las tonterías por las efímeras arrugas de los labios... Y es que me falta el valor de buscarte y decirte que te quiero a mi lado cada uno de los amaneceres de mi vida, que quiero encadenarme a tu cintura y perder la llave, y aprenderme de memoria el camino hacia tus caderas. Me fallan las fuerzas y la valentía, me pueden mis recuerdos aunque me sobren las ganas y las sonrisas que darte. Y todo esto que te he dicho, ha sido simplemente para evitar tener que admitir lo que a estas alturas es una verdad innegable; que te quiero, Lisa, de las pestañas a los tobillos, loca, profunda, desesperada mente. 

Y ahora voy a colgar, porque me siento estúpido hablando con un contestador automático.


Pero que no te preocupes, que con contestador o no, yo siento lo mismo.

martes, 19 de marzo de 2013

Amor animal entre plumas blancas.

Del invierno de tus pupilas, como hielo prendido de tus pestañas.
Te presto estas sílabas, como aval para tus sueños.
Por lo que recuerdo y lo que todavía permanece.
No vengo de parte de afrodita.
Tampoco en nombre de un amor pasado.
Vengo, desde las sumas de los lunares de tu espalda.
No es una declaración de amor sincero.
No es un amor con reglas, ni fidelidad encadenada a palabras rotas.
No es convencional, di de este mundo cortante.
De connotación diáfana de hipocresía.

Gotas quebradas contra el cristal, hacían de paisaje para nuestra mirada en aquella habitación perdida. Tus manos en mi cintura, tus ojos cerrados y el olor a perfume de casimir. Las notas de una canción sin letra a modo de banda sonora únicamente en mi cabeza y tu aliento en mi pelo como compás. Me acuerdo de mi duda,  la perfección del instante y el entumecimiento de mis piernas bajo las sábanas blancas. Permanece en mí, las marcas de tus dientes en mi espalda, y como bailaba descalza y de puntillas por tus vértebras. Como una clase que nunca se me olvidará, la fisonomía de tu rostro y la anatomía de tu estructura. Las paredes color salmón y la torre Eiffel sin punto visual desde el colchón.  Recuerdo solo eso, porque tú te llevaste todo lo demás, junto con mis te quiero y el calor de mis manos. Ahora te recorre un escalofrío cuando lees mis palabras y te pasan por la mente todas las tazas de café tiradas al desagüe por resaca. Miles de pensamientos nos separan en segundos y copos de nieve cristalizados en la punta de tus pies.

El carmín dejo de pintarme la boca cuando llegaste, porque ya hacías tu pintalabios con tus besos.  

viernes, 15 de marzo de 2013

Ésta es tu vida y se acaba a cada minuto.



La publicidad nos hace desear coches y ropas, tenemos empleos que odiamos para comprar mierda que no necesitamos. Somos los hijos malditos de la historia, desarraigados y sin objetivos. No hemos sufrido una gran guerra, ni una depresión. Nuestra guerra es la guerra espiritual, nuestra gran depresión es nuestra vida. Crecimos con la televisión que nos hizo creer que algún día seriamos millonarios, dioses del cine o estrellas de rock, pero no lo seremos y poco a poco lo entendemos, lo que hace que estemos muy cabreados. Por eso y solo por eso, por un momento y considerando que exista algún tipo de dios, te tienes que replantear, que no le caes bien.

Pero, tranquilízate, no es el fin del mundo, ni aquí, ni en la línea del mar, como los estúpidos romanos quisieron pensar. Ni lo es ahora, ni lo será hasta dentro de mucho, es más, ni si quiera tú lo verás algún día.




No eres tu ropa. Ni tu dinero. No eres tu casa ni tu pelo. 

¿Y si no eres todo eso? 
¿Por qué tanta atención a algo que no eres?





domingo, 3 de marzo de 2013

No rodaré tus mentiras delante de la cámara de mis ojos.


No hay humo en tus pulmones, ni alcohol en tus venas, pero aun así te sientes sucia y borracha por dentro.  El carmín de tus labios se arrastra más allá de tu boca y el maquillaje oscuro se ha tomado la libertad de extenderse por toda tu cara. Los tacones están rotos y deseas por un momento no ser rubia de bote y volver a tu castaño caramelo. Te arrepientes de cada paso y recuerdas Paris.

Sus calles y sus manos sobre las tuyas. Recuerdas el tacto de su mirada. Tu pelo castaño, tus pantalones y tus ganas de ser feliz, sin pelo rubio, vestido de tubo y ganas de emborracharte.

Ahora llueve, llueve dentro y llueve fuera. Sobre tu cansado cuerpo tirado en el suelo y entumecido por el frío, sobre tus pestañas rotas y tus labios secos. No es una imagen dramática de cualquier película para adolescentes, en la que de un momento a otro gritarán “corten” y estarás seca, no, es una calle de verdad, con sus coches y la vida real que acarrea.

No sabes que te duele más, si el hecho de haber llegado a esa situación o el de que te sientas como un trapo.

Pero te quitas los tacones, arrancas el maquillaje de tu cara, te pones en pié y lloras desconsoladamente bajo las gotas que te bañan de arriba abajo, pierdes el miedo a gritar que quieres ser feliz y dejas que la euforia te inunde por dentro, como un veneno que quema tus entrañas, tal vez como un buen trago de whisky. Tus ojos se agrandan, la droga de la vida hace efecto en ti y respiras agitadamente al salir corriendo por el asfalto que hay bajo las plantas de tus pies, puedes acariciar el aire y sientes cada una de las motas de polvo que se posan sobre tu piel. Ahora te sientes desnuda delante de todos, pero te da igual, te sientes libre, como una pequeña niña, sientes que has vuelto a nacer.
Y así, caminas despacio, malvendiendo tu vida a la calle, entregándote por completo a eso que quieres llamar libertad, dejando que cada bocanada de aire te haga sentir nueva, abriendo los cerrojos que hasta ahora te ceñían la garganta y te encadenaban los pies con grilletes cual preso. Ahora la pistola la tienes tú, la vida es la que tiembla delante de ti, has tomado el control. 



Ahora ya no hay duda, solo afirmación.