Vivimos en una eterna incertidumbre, y la única forma de asumir esa incertidumbre es a través del arte.

jueves, 21 de febrero de 2013

Lo sé perfectamente.


Se podían escuchar los periquitos. Era dulce su cantar, como cualquiera, podría llegar a jurar. Me dominó el impulso de buscarlos, ¿de dónde vendría esa melodía? Parecían estar en todas partes. Mis pies se movían solos, guiados por huellas de notas abstractas. Y tras unos minutos, no sé cómo, ni por qué, pero dejaron de sonar, así, por arte de magia, las huellas desaparecieron, y perdí la pista, ¿dónde estaban los periquitos?
Ahora, sentada sobre este muro, echo de menos aquella melodía y siento no haber encontrado a los pequeños pájaros. Hago oídos sordos a las voces a lo lejos y me acomodo en mi lugar; está atardeciendo. Noto como se va apagando el sol poco a poco y se encienden las farolas

 Oh amado Berlín, acompaña a mi mente esta tarde y dame esa soledad que ahora necesito, carece de sentido pedirte que me animes, pues ni tú muestras interés por despertar las nocturnas calles de abril. Miro al cielo, esperando ver una gota caer sobre mi frente, pero nada llega, hoy tampoco lloverá. Acaricio mis piernas y escruto las diáfanas calles buscando la vida que a mí me falta y parece que se haya ido de viaje con maleta en mano

Mientras tanto y no encontrando nada, cierro los ojos y me sitúo; sobre el muro de Berlín me hayo, noto como la historia de esta ciudad se concentra y recorre mis venas con tan solo el contacto de mis manos con el cemento, escucho con atención el susurro de el escaso viento que también porta parte de esta ciudad hecha polvo. No encuentro un testamento solo, si no miles al intentar escuchar con atención las voces que aclaman mi nombre. Abro los ojos de golpe y como si de humo fuera, desaparece todo ello dejando que solo la sirena de una ambulancia lejana, llene mis oídos. “Perecerán todas aquellas voces con el tiempo”  me prometo, esperando que no me coma por dentro la desdicha de saber que todos esos gritos de auxilio vagan cerca de mí.

Me siento canalizadora de toda esta energía que me recorre, no sé lo que es todo esto, o si lo sé y no lo quiero llamar como se debe. Lo pienso con detenimiento y me acuerdo ahora de esa frase que salió de mi boca, pero que solo y únicamente pensó mi corazón, “Amiga, hay que ver como es el amor, que vuela a quien lo toma, gavilán o paloma.”  Y encuentro la rivalidad de mi pensamiento en este y otro concepto. ¿Cuándo me convertí yo en una filósofa de libro barato? No espero una respuesta pues se que no la hay.
Sacudo la cabeza liberando a mi mente de estos pensamientos y deseando internarme de nuevo en el mundo materialista y superfluo que crea sobre mí esa capa de indiferencia que me protege de la verdad, creando un colchón sobre mí como si fuera un bebe. Y eso es lo que somos, pequeños, en saber, en conocimiento.

Rezo por Atenea y su valor, para darme las fuerzas necesarias para levantarme de este muro y enfrentarme a la realidad, pero es que, ¿quién se atreve a contradecir miles de dogmas, reglas y cánones de belleza? Es más ¿quién me querrá escuchar si la gente es feliz con su mentira? Y yo se la respuesta, nadie.

No encuentro razones, ni respuestas, no encuentro nada, y es que estoy en la realidad, no en ningún relato
 pagano del romanticismo, estoy aquí, sabiendo que hay gente preocupada por mi paradero, con unas cosas que aprender y de las que examinarme, tanto metafórica como literalmente ablando, sé que no estoy aquí y mañana podré estar allí, sé perfectamente, que me llevara un camino llegar.



No me voy a quedar aquí parada, pero... dime ¿Quién me va a escuchar? 


Se puede pinchar en la frase "Amiga, hay que ver como es el amor, que vuela a quien lo toma, gavilán o paloma" y te llevará al blog de "The Other" y su entrada, la cual me dejó con la cara como un folio. (espero que no te importe, pero necesitaba hacerlo) Gracias por leer. 

sábado, 16 de febrero de 2013

Adiós, encantada.


 Bienvenida a la muerte. Aquí no hay jubilados, tampoco borrachos. Aquí no hay personas, solo muertos.
¿Qué está pasando?
Oh pequeña chica, acabas de entrar, en la propia muerte bien dicha.
Eso no existe.
¿Cómo que no? La entrada es el cementerio, y bajo esa capa de gusanos y tierra, VOILA, aquí estamos.
Tengo miedo.
No lo tengas pequeña, esto es genial.
Estoy hueca, sin vida.
Oh ¿y qué hay de problema en eso? ¿Qué no te lata el corazón?
Sí, eso, yo quiero vivir.
Pero da igual, es lo mismo. Míranos, que felices que somos. Aquí todo el mundo se lo pasa bien.
Pero… esto es ¿eterno?
Pues claro preciosa, eternamente muertos.
Donde empieza la eternidad, deja de latir el corazón y por las venas ya no corre sangre.
Tú lo has dicho, aquí, serás todo lo feliz, que no lo fuiste ahí arriba.
Pero aquí no hay sol, no me gusta.
¿Tú te estás oyendo? Si la gente se muere por venir aquí abajo.
Quiero irme.
¿Hay alguna forma de hacerte cambiar de opinión pequeña?
Oh si, la hay.
¿Cuál es pues? Contadme.
Dadme una muerte aquí abajo.
¿A qué se refiere? No la comprendo.
La felicidad está en saber que no siempre estarás aquí, yo seré feliz cuando me digas que no voy a durar siempre.
Oh, ahora la entiendo, pero eso es imposible, está usted condenada a estar aquí.
Oh. Quiero llorar.
No llores chica, no llores, tus lágrimas no valdrán para nada bajo tierra.
¿Y qué hago? Yo no quiero estar aquí.
Mírame, ¿me ves?
Si.
VOILA!
¿Qué?
Sígueme, ven, corre conmigo.
Pero, ¿para qué?
Tu solo corre, cógeme la mano, ¿ves? Así es más fácil.
¿Y porqué corremos?
Porque cuando lleguemos allí, ¿lo ves? Ese sitio al que señalo, si ese, saltaremos.
¿Y porqué saltar?
Porque es el precipicio.
Precipicio…
Exacto, y saltaremos, los dos juntos.
Pero…
¿Pero qué?
Pero nada, no tengo nada que perder.
Bien, ya hemos llegado.
Una
Dos y….
TRES

¿Qué ha pasado? ¿Dónde estoy?
Bienvenido amigo, al mundo de los vivos.
¿Qué?
¿Te quedas?



 No, no puedo, este, este sitio no es para mí, yo ya me fui hace mucho tiempo...
¿Y por qué te fuiste?
 Porque sufría más que vivir. 
Pero, eso puede cambiar. 
Oh no, la vida no cambia. Adiós encantado.


Creo que el oxigeno del mundo se ha acabado.

Mi corazón está demasiado cansado de bombear sangre. Esta caja de resonancia ya solo la recorre el oxígeno que no llega y que hace que mi respiración resulte agotadora. Cada aspiración es un intento fallido de obtener aire para mis pulmones, mi cabeza se agota poco a poco y pienso en que es demasiado pronto para que se haya acabado la energía vital de mis venas. Me sangra la cabeza en una brecha que fue formada al golpearme con tu ventana. Quiero levantarme, mirarme al espejo y decirme “¿Qué coño me pasa?” pero las piernas no me responden y ya no hay oxígeno en esta habitación.

 Hace un par de horas vino ella y lo único que dijo fue “está de adolescente total” esas palabras me dolieron como cuchillos de hielo. He pensado en que lo que me pase sea eso, pero es tan, tan erróneo que hasta se forma en mi cara un intento fallido de sonrisa.

Estoy empezando a pensar que hay un agujero que me atraviesa y hace que todo el aire que entra por mi boca y nariz, salga por el pecho y no llegue si quiera a los pulmones.

Me levanto a duras penas, y me encuentro con un diáfano lugar que no alberga duda de que me vaya a ir pronto, pues ya está todo empaquetado para mi marcha. Mis manos están frías como los muertos, y mi cabeza ardiente como el peor de los vivos. Si abro los ojos, la escasa luz ya me ciega, si los cierro la cabeza crea una orquesta y la espesa negrura me recorre por dentro, por lo que se me hace imposible dormir. Lo mejor de todo, es que en un estado de inconsciencia, se podría decir que estoy bien.


domingo, 10 de febrero de 2013

Déjanos subir, aunque sea para dar envidia.


Me daré de golpes contra la pared intentando traspasarla.
 Porque estoy aquí a las tres de la madrugada ahogando en versos lo que no puedo gritar en la calle, porque después de todo sigo recordando tus lágrimas caer y yo esconder mi cara en tu hombro porque no caía ni una sola gota de mis ojos, y eso me avergonzaba, me hacía sentir hipócrita y superflua, pero, 
¿en qué momento de nuestras vidas no lo fuimos?  
Ahora soy yo la que quiere gritar, porque mezclo recuerdos como en una batidora, porque me vienen a la cabeza todo aquello que no hice y que si pudiera, haría.
 Me pregunto qué habría sucedido si en vez de quedarme callada, te lo hubiera dicho, y una vez más y no en vano, maldigo mi vergüenza y mi piel de gallina.
 Escribo con la mano, lo que mi voz no supo hacerte saber, porque seguramente no lo oirías, porque tus orejas se cerrarían. Pero no te culpo.

" Y ahora, a la madrugada, cuando no hay ni estrellas, ni luna, solo lluvia, pienso en romper un poco los esquemas y salir a la calle a correr, para llamar a tu puerta y empezar de 0, pero en el fondo no lo haré, ni correré, ni te llamaré, porque estarás dormido y no quiero molestar. Después de todo ahogaré mis puños en almohadas de plumas doradas, y te soñaré mil veces antes de pasarte al infierno de mi vida, cambiaré los papeles para saber quién eres, convertiré ese grano de arena en una playa, intentaré pasar por el andén antes de que llegue el tren y nos lleve por delante. No grites ahora, ni después, grita conmigo y ya seremos dos en este mundo, dos a la vez que intentan que las nubes nos oigan ahí arriba y se muevan un poco dejando ver el sol. "

Grita, pero no grites en vano,
no ahora que estamos a punto de pasar al limbo de Atena,
 la diosa de la guerra, 
guerra entre un infierno trascendental y esta realidad asistida en la que convivimos un poco todos.
 Gritemos fuerte para que se nos oiga;
 que no son capas invisibles las que nos tapan,
 que son los ojos de los demás los que no nos quieren ver.  

 Y mírame, al final he acabado  ahogando estos ojos en la pantalla de este ordenador y finalmente mis dedos no quieren dejar de escribir, pero, ¿sabes qué? Me siento hipócrita al pensar que después de todo, ni si quiera sentí aquel “te echaré de menos” y no fue más que una broma barata ahogada en más copas de champán malo y ensordecido por el brindis a las sonrisas fingidas. 

He empezado sin pensar que hacer, he acabado comprendiendo que, no me hace falta saberlo. 


Esto es lo que toca, sin líricos que lo suavicen.



Es curioso como mi cuerpo, en mayor medida que mi mente, se preocupa de mis errores, si se pueden nombrar como tal porque finalmente no son más que una pequeña muesca en un gran tronco. Me doy cuenta, de que es difícil engañarte a ti mismo y cuando comprendes que lo has hecho, tu propia mente te abofetea y manda descargas al cerebro para que te resientas por haberte portado mal. No recuerdo la última vez que mi cabeza estuvo libre de preocupaciones y en la que mi estómago no tenía un nudo hecho, creo que ese estrago siempre ha estado ahí, empiezo a pensar que nunca se irá. No me arrepiento de muchas cosas, después de todo no he cometido grandes faltas contra la humanidad como para permitirme decir “lo siento” en un contexto adecuado, pero las que he cometido, las que he causado y por las que más de uno se han molestado, todavía no alcanzo a entender porque he de pedir perdón, o si lo sé y alego que soy joven y tengo derecho a equivocarme, lo cual me parece más que correcto, pues me gustaría ir al pasado de aquellos que nos juzgan y observar si en su momento no se cayeron ellos alguna vez, estoy completamente segura, de que la respuesta es sí.


"Es una pequeña verdad, de esas que se hace raro oírlas porque sabes que tengo razón, tal vez, estas mismas palabras ya estuvieran en tu mente cuando las leíste,  tal vez y solo tal vez, este sea un simple mensaje mundial, con el cual todos nos sentimos identificados, o a lo mejor, yo soy la rara que piensa que tiene derecho ha caerse antes que recibir una bala de impacto, solo era eso, gracias por leer"


sábado, 9 de febrero de 2013

Marionetas.



Nadie ha venido a su funeral, solo estamos ella, el cura y yo. Dejo una rosa sobre el ataúd y pienso en las palabras perdidas de Lana aquella tarde en su celda. Ahora encierran bajo tierra al mayor de mis miedos, y la mayor de mis dichas, esto último, un tanto exagerado. Lamento pensar que su historia quedará perdida, pues su hermano pierde la cabeza por días según me ha contado un compañero en la sala del café.  Recuerdo una de las frases de Lana “Era, soy y seré una simple marioneta” y le doy toda la razón. Nadie la recordará nunca, pues yo acabaré olvidándola también, nadie se acordará de traerle flores y  finalmente todo lo que ella fue, dejara de serlo en menos tiempo del que se merece, quedará siendo una marioneta y nadie se acordara de darle las gracias por nada.

"Adiós Lana"

"Tengo miedo Charlie, tengo miedo a que me mate antes el olvido que la propia muerte."

sábado, 2 de febrero de 2013


 Como mirando al infinito intentando que lo que ves desaparezca y se presente la solución a tus problemas. 


Me llenaste por completo e hiciste estallar mi garganta.


Como un ascensor.
Subes y bajas.
Como las mareas.
Subes y bajas.
De ánimo.
De tiempo.
De dinero.
De posesiones.
Subiendo y bajando
Como el corazón.
Como la cabeza,
Cuando escucha música buena.
Subir y bajar.
Solo eso.
Dos únicos movimientos.
Que mueven nuestra vida.
Sube y baja.


Ahora de momento, solo limítate a subir y bajar con la música, una buena canción que te abra los oídos de golpe, que traspase tus tímpanos y haga estallar tu sentido auditivo, una buena que te ponga los ojos en blanco y viaje de tus oídos a tu garganta en cuestión de segundos, una de esas nada más. 


Los culpables somos todos.

Cada humano tiene una bestia y una víctima potencial, y cada una de esas facetas nos va destruyendo poco a poco, somos finalmente nuestro antídoto y nuestra destrucción al mismo tiempo. Nos engañamos y culpamos al de al lado cuando  en realidad le hemos empujado para que nos dispare, si, empujar, ¿por qué? Porque inconscientemente estamos un poco hartos de este mundo y deseamos que alguien acabe con eso pero somos demasiado miedicas como para finalizarlo nosotros mismos.

Y queremos, queremos en cierto modo cambiar ese parecer y disfrutar de esto un poco, intentando no culpar a los demás de tus pequeñas e insignificantes desgracias… pero pasa que nunca estaremos conformes y constantemente nos entrarán las ganas de fastidiar al de al lado para que nos devuelva la pelota y así comenzar otro partido de disputas que nos entretiene un rato en esta vida.