Vivimos en una eterna incertidumbre, y la única forma de asumir esa incertidumbre es a través del arte.

viernes, 26 de junio de 2015

Me han preguntado que qué es exactamente el arte para mí, que por qué es tan importante en mi vida, y es algo de lo que debería hablar aquí.





El arte no es un juego de niños, no es una asignatura del colegio, no es museo, ni una paleta, el arte es mucho más que eso. Sería como comparar unas gafas (objeto)  con la capacidad que éstas te brindan: Ver.
El arte es una forma de ver la vida, el arte es ese rayo de luz que lo alumbra todo. El arte cubre absolutamente todas las ramas de la vida, la tierra y el universo. El arte no solo se mira, se siente. Es algo que te recorre el  cuerpo, se ve en tu piel y en tus pupilas. Es inmortalizar un momento, es transmitir todo lo que llevas dentro.   El arte es llorar a través de las manos, es enseñarle tu mente al resto a través de una obra. El arte es emoción.


Para mí el arte es hacer lo que te gusta hacer, en el momento en el que quieres hacerlo poniendo todo de ti en ello. Es abrir la mente a todo lo que venga, es ver las cosas como son, con su cruda realidad.
Es importante en mi vida porque es la manera que he encontrado de crecer, como si a través de él, pudiera crear extensiones de mi misma en todo lo que haga. Es importante para mí porque es la forma que tengo de superarme, de reencontrarme, es el lugar al que va mi mente cuando a fuera no hay nada.  El arte para mí, para mi cuerpo, es ese sitio que siempre te acoge.



Porque el arte es un culto a la verdad, a la libertad. El arte es esa ventana que te muestra tanto lo bueno, como lo malo.



Cuando digo que es una forma de vivir, no me equivoco. Sin el arte nada en la actualidad sería como es ahora. Las calles, los edificios, la concepción de la realidad. Y a pesar de eso, a pesar de que el arte es el hilo conductor de absolutamente toda la historia de la humanidad, es, probablemente, el aspecto más machacado de ésta.
Se ha castigado y se castiga muchísimo. ¿Qué es lo que va mal con los artistas? ¿Qué son libres? ¿Qué se expresan al margen de los límites que impone el gobierno y la sociedad? ¿Que se plantean cuestiones sociales? ¿Qué no se conforman?
¿Cuál es el problema aquí? No se valora en absoluto el arte, no se valora el trabajo que hay detrás, ni su importancia: pasada, actual y futura. Y si se valora es cuando el artista tiene dinero para pagarse unas buenas opiniones. Eso tenemos que ser capaces de cambiarlo: El arte no es de ni para ricos. 

Conseguir que tus verdades y tus obras lleguen al resto del mundo no debería ser solo para gente con posibles (al igual que el estudiar una carrera, el conocer la tierra en la que vivimos, o el poder pagar la luz y el gas)


Falta gente con ganas de salir ahí fuera y hacer lo que realmente le pide el corazón. Falta gente que deje de pensar con el hemisferio izquierdo del cerebro. Tanto el mundo del arte como el económico, como el social, se mueven actualmente por codicia y superioridad, que son aspectos del comportamiento humano muy rudimentarios.


Pienso que tanto la música como al arte plástico como el visual son partes importantes de nuestra vida cotidiana, y que, se debería apoyar mucho más de lo que se hace. Y  no denigrar el trabajo realizado. Ni despreciar a aquellos que deciden dedicar sus estudios y su vida a alguno de estos campos (cine, música, artes plásticas, etc).

El mundo es un lugar muy duro, y la vida muy cruel, es por eso que pienso que el arte es algo tan importante, porque me ayuda a canalizar eso que veo, eso que duele, y convertirlo en algo mejor. 



domingo, 7 de junio de 2015

Precariedad.

Mara tiene 24 años, y acaba de terminar la carrera, lo suyo sería decir que el mundo la espera, que va a por todas. Pero no.

Vive en un inmundo cuchitril a las afueras de la ciudad en la que ha estudiado y trabaja de 6 de la mañana a 2 de la tarde, mas extras, haciendo camas en un hotel del centro por un salario mínimo que solo le da para pagarse el alquiler y comida la justa. Sus padres ambos han hecho lo posible por enviarla a la universidad, pero no pueden hacer más.

No tiene dinero para pagarse un máster actualmente, sin el cual no la contratarán en ningún sitio. Por lo tanto, se levanta a las 6 de la mañana, coge su basto y escaso currículum y se patea la ciudad de cabo a rabo buscando cualquier trabajo mal remunerado y sin seguridad social con el cual pueda ahorrar más, manteniendo obviamente el que ya tiene en el hotel.

A la 1 de la tarde se sienta en un banco y se pregunta qué es lo que ha hecho mal. No es la única que lo está cavilando. En ese mismo momento tres vagabundos, cuatro parados cincuenteros y cinco estudiantes que pasean o están cerca, están pensando básicamente lo mismo.

Mara se enerva y enfurece, motivada por el dolor de espalda, el hambre incipiente y las vistas a otra tienda más que está cerrando. Maldice a la generación de sus padres que la cagaron en su momento, a las entidades financieras que controlan las grandes naciones europeas y a la nefasta sensación de saber que no tiene futuro. Que se lo han robado.

Se ve  toda la vida trabajando en un hotel haciendo camas o en un bar de camarera, y eso con suerte. Ve como se le van de las manos todo por lo que ha luchado: buenas notas, becas, etc. Piensa en irse a otro país, volver a casa. Ya no puede pagarse otros estudios, ni si quiera ha hecho lo que le hacía feliz, porque no encontraría trabajo con esa carrera. “Pues mira para lo que me ha servido”.

El tiempo solo lo empeora todo: Inmigrantes maltratados que hacen lo posible por escapar de un país que los mata de hambre o de guerra. Un capitalismo cada vez más poderoso. Un estado de bienestar y derechos sociales que se están tirando por el retrete. El fundamentalismo financiero en el que se ve sumergida Mara. Los medios de comunicación que solo engañan, que solo venden. Recuerda las palabras de su padre “Vivimos en la precariedad. Tienes muchas menos oportunidades de las que yo tuve. Tengo que pagar tus estudios y además, esos estudios, no te van a garantizar un trabajo” Mara le da toda la razón desde ese banco tachado de mierda. En las grandes ciudades no quedan más que dos clases sociales: Los ricos y sus sirvientes. Ella está en el segundo grupo y se ve incapaz de salir de él.


Cuando empieza a hacer demasiado calor coge un autobús y vuelve a “casa”, mañana será otro día.