Vivimos en una eterna incertidumbre, y la única forma de asumir esa incertidumbre es a través del arte.

sábado, 22 de noviembre de 2014

10 miligramos de resignación.




No sabemos nada.  Y cuando echamos un vistazo a lo de fuera: hambre, sed, dolor, guerra. Escondemos la cabeza, nos tomamos un café.

¿Qué quieres ser cuando seas mayor?

-Un esclavo más.-


Quiero cambiar el mundo, donar dinero a ONG’s, llorar por películas transcendentales sobre la segunda guerra mundial, conocer a mucha gente, hacer el amor, viajar, tener un hijo, inculcarle valores para la vida, comprarme un coche, escribir un libro de autoayuda, creerme psicólogo de los que me rodean, acudir al psicólogo porque no soportas la vida, que es muy hueca. Llorar, soportar dolor, pero no más del suficiente. Ver las noticias, discutir sobre el destino del mundo en reuniones familiares, leer libros clásicos, dejar el tabaco, volver a fumar a escondidas. Abandonar los sueños adolescentes, resignarte. Observar la muerte a través de la pantalla, seguir mi vida de burgués, llegar a fin de mes, hacer cuentas, castigar a mis hijos, divorciarme. Mirar atrás y querer volver a ser joven, tomar antidepresivos, ver como mis hijos cometen errores, desear poder ser ellos. Ser infeliz, trabajar, tomar la droga que el estado me subvenciona: 10 miligramos de resignación. Jubilarme, sobrevivir de compasión un poco más, esperar el final, ver a mis nietos, olvidarme de todo, mearme encima. Morir. 

Valores postmaterialistas.

            Escribió un mensaje sobre el fin de la centralidad del trabajo y la clase obrera en su móvil montado por operarios chinos, con robots fabricados por trabajadores japoneses, con chips de una planta operada por taiwaneses, con tierras raras extraídas por mineros chinos. Smartphone embalado con maquinaria fabricada por trabajadores suizos, embarcada en un puerto construido por obreros de la construcción chinos, en un barco portacontenedores botado en unos astilleros de Corea, con acero fabricado por siderúrgicos coreanos, a base de carbón y hierro extraidos por mineros indonesios y brasileños. Contenedor descargado por trabajadores portuarios, embarcado en un camión montado por obreros holandeses, movido por petróleo extraído por trabajadores del petróleo nigerianos, refinado en Cataluña. El móvil llegó una tienda donde lo vendían dependientes españoles, en un edificio construido por obreros de la construcción españoles (y ecuatorianos), con cemento fabricado en Francia. Un smartphone que funciona gracia a una batería de litio sacado por mineros argentinos, cargado con electricidad producida en una central térmica montada por obreros españoles, con turbinas construidas por trabajadores alemanes, que funciona con carbón sudafricano, electricidad que llega a su casa mediante una instalación realizada por instaladores electricistas, con cables de cobre sacado por mineros chilenos.

             Hizo clic en el botón de enviar y a través del equipamiento de telecomunicaciones montado por obreros tailandeses y de fibra óptica estadounidense, instalada por operarios de telecomunicaciones de varios países, llegó a los servidores de una red social programada por informáticos indios, Guardó el móvil en el bolsillo de su pantalón, tejido por obreros téxtiles de Bangladesh, con algodón recogido por jornaleros pakistaníes, y bebió un sorbo de café cultivado por agricultores colombianos, con agua canalizada por trabajadores de la construcción desde 100 km de distancia, satisfecho de sus valores postmaterialistas.



-


martes, 18 de noviembre de 2014

Soledad como metodología.

"Tenemos que dejar de funcionar con fantasías del tipo: “le digo, me dice, le hago”. Se trata más bien de pensar “aquí estoy, qué pienso, qué quiero, hacia dónde, cómo, cuándo y por qué” que son preguntas vitales de la existencia. La soledad es un recurso metodológico imprescindible para construir la autonomía. Sin soledad no sólo nos quedaremos en la precocidad sino que no desarrollamos las habilidades del yo. La soledad puede ser vivida como metodología, como proceso de vida"


jueves, 6 de noviembre de 2014

¿Qué nos queda?


Nos han trillado los pulmones.
Ya ni el aire transpira.
El fusil muy fuerte en la garganta.
Pólvora en los huesos.

¿Qué nos queda?

En las solapas los galones.
En la mirada toda su ira.
El gorrión ya ni siquiera canta.
Todos están presos.

¿Qué nos queda?

Hay gente que llora en la calle, muertos de hambre de vida.
Hay pólvora que estalla triste y hueca, bajo sus camas.
Y ¿de qué sirve correr?


“Nos han trillado los pulmones. 
No podemos respirar” 

-Gritan- 

domingo, 2 de noviembre de 2014

El frío de los hielos del cubata.

Me gustan las grandes ventanas.
Por las que irse poco a poco
O de golpe.
Me gusta el sueño salvaje de morir
El baile etéreo por las cornisas del aire.
Me gusta todo lo que te convierta en fuego,
Y estalle con llamas,
Muy adentro de este mundo.
El sonido de este bajo,
Que te golpea las clavículas.
La noche eterna,
El sol ardiente.
El frío de los hielos,
Del cubata.
Y todas esas mordidas,
Esos polvos,
Que se quedan en la calle.
Me gusta todo aquello que se clava,
Como el dolor,
O el miedo.
Todo aquello que no respete reglas
De tres al cuarto.
Y toda esa mierda de dormir tumbados
O por el contrario,
Bocabajo.
Me gustan todas esas cosas,
Que por delante o por detrás,

Te matan.