Tengo que dejar de echarte la culpa a ti de todo porque ni
si quiera sé si existes y ni si quiera sé si todo lo que escribo lo siento
realmente.
Estado de parada media en este sentimiento que no sé si es o
no es. ¿Hace cuánto que espero a que pase algo? El mundo se mueve a mi
alrededor y yo, solo espero.
Una espera tan larga que la vida se escapa entre efímeros
chasquidos de ramas viejas y dulces silbidos por ventanas abiertas. El sol que
quema solo a veces y otras no. La lluvia que me gustaría apreciar, porque, de
veras, es tan bella. Pero no puedo aunque quiera, me siento incapaz de amar
algo.
¿Desde cuando mi corazón solo late por latir? ¿Desde cuándo
es solo sangre y no vida lo que corre por mis venas? ¿Desde cuándo finjo que lo
que escribo lo siento y viceversa?
Algo dentro de mí se ha roto, y ya no funciono.
Soy un autómata y nadie programa mis acciones.
Soy como esa persona que se queda ciega a una temprana edad.
Ha visto la vida con sus ojos y ya no la puede olvidar.
Yo he sentido la vida
con mi corazón y ya no la puedo olvidar.
Es sencillo, complicado, estrafalariamente extraño, pero es.
Y el periodo espacio-tiempo que divide esta vida y la
anterior, ese que rasga los minutos en segundos y deshace la continuidad de la
existencia, ha roto mi mundo en pedazos y querría llorar por ello pero no
puedo.
Ahora sé cómo se sentía el hombre de hojalata, aquél que
quería un corazón.
No siento nada. Y me gustaría sentir dolor.
Incluso tú. Que vas y vienes, que estás a veces y a veces
no. Tu ausencia que hace como que me duele pero me es imposible llorar por
ella. Ojala pudiera escribirte un poema.
Un poema triste y melancólico, uno que te llegue, que te
haga saber que estoy aquí y sufro en tu ausencia. Un poema que lo marque todo,
uno sincero. Uno que plasme lo bello y electrizante y sencillamente fascinante
que eres y que serás siempre.
Sigo aquí pero me he ido y ahora comprendo (ojala no)
aquello de ‘La vida no es vida, la vida es emoción’.
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gotas llenas de sentimiento