La casa estaba llena de rayos de luz atravesando motas de
polvo, y tu mano colgaba desnuda e inerte del borde de la cama, tenías la boca
abierta, como respirando en la eternidad del silencio y en la tranquilidad del
espacio. Tus ojos abiertos miraban tranquilos y en paz hacia la ventana, donde
las nubes se teñían de rosa y rojo y el cielo se tornaba un poco más oscuro. No
era el momento, pero te habías ido. Y era la paz en tus ojos, la tranquilidad
en tu cuerpo, tumbado y relajado, como durmiendo, en el silencio de la
habitación, era eso, lo que seguramente, no me puso triste.
Simplemente.
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gotas llenas de sentimiento