Vivimos en una eterna incertidumbre, y la única forma de asumir esa incertidumbre es a través del arte.

sábado, 30 de agosto de 2014

No hearth, no human.

No tardarán en dar las nuevas noches de abril pospuestas en el tiempo a un temporal más estable.  Se hará del mundo un puzle y encajaremos las piezas. El juguete ya no será nuevo, estará arreglado, pero siempre será un juguete roto. Creceremos mitigando el dolor a esa punzada impremeditada en la parte superior derecha de nuestro cansado y latiente corazón.

No habrá cura ni remedio a la pena por una rotura tal. La tierra  forma parte de nosotros y no hay huesos que nos unan a ella, pero el dolor por ser quebrada es tan o más intensa que por la fractura de una mano.
Nos cuidamos a nosotros mismos, esperando a que llegue alguien que haga el favor de curar a los demás y de forma irrevocable, terminamos cargando a nuestras espaldas el cargo de dirigir una orquesta que no es la nuestra.

No se insiste cuando el truculento mar, adquiere fuerza y se niega a llevar en sus lomos un velero. Tampoco cuando las nubes ponen el mantel y te niegan el paso a las montañas. No se niega su poder cuando, el sol y las marchitas flores de agosto toman poder.


Siendo así, fortuito nuestro paradero en un punto insospechado de toda razón humana. 

Como el rudo gemido de un alma vieja que se lanza a la aventura, una vez más. 



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gotas llenas de sentimiento