Vivimos en una eterna incertidumbre, y la única forma de asumir esa incertidumbre es a través del arte.

sábado, 18 de octubre de 2014

Querida Margarita:

Te escribo mientras tienes los pies calientes y duermes hacia la ventana, que parece que se te van los sueños por ella.

Te escribo por si en estos viajes que suelo hacer me quedo al otro lado sin querer, por si mueren en mis labios estas palabras y no llegan a ti nunca. Te escribo por si se me acaba el tiempo – o la vida-.

Te escribo para darte las gracias, por todos esos lugares en mi mente de los que me has sacado, y en los que me moría lentamente. Te doy las gracias por tu valor, tu constancia, tu manera de hacer las cosas. Por no conformarte, por pulirme poco a poco mis errores y por mostrarme los tuyos.

Te escribo ahora, por si acaso mañana es tarde y se nos adelanta el cielo. Que ya te lo digo en sueños, pero lo siento.

Y lo sentiré tantas veces a lo largo de la eternidad que ya me duele.

Te doy las gracias por todos esos momentos con los niños, por no ocultarles nada, por contarles todo eso que yo no podría porque me falta el aire. Por quedarte con ellos, cuando yo me vaya. Que vas a ser una madre estupenda, aunque estés sola, ya lo sabes.

Te escribo con el alma que se me va, y con los ojos que se me cierran. Para decirte todo eso que tal vez ya no pueda decirte mañana, o pasado, o al otro.

Te doy las gracias por no soltarme nunca la mano, aunque te mueras de miedo. Por acompañarme todo este tiempo.

Y te digo, por último, que aunque me vaya mañana, y esto que me consume me cierre los ojos para siempre, que aunque a veces el dolor me lleve a otro lugar y no te vea: Te quiero.

Y te querré siempre.


Tuyo, Pedro.  

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