Vivimos en una eterna incertidumbre, y la única forma de asumir esa incertidumbre es a través del arte.

domingo, 12 de mayo de 2013

...Y a esa lata, le dan muchas patadas.


Han pasado muchas semanas, o tal vez solo unas horas, desde que me llamó. Recuerdo sus palabras, el tono de cada sílaba y el suspiro del final, como unos puntos suspensivos. Con ese recuerdo vienen todos los demás encadenados en fila india, esperando a ahogarme por dentro, con paciencia, conspirando contra mí.
Paul ha venido antes, no le he escuchado mucho, he captado el final de su conversación con el aire y el portazo de salida, sus palabras diciendo “…aquí están las cosas de Haylei…” se han quedado en el aire unos minutos.

Me levanto, como un robot de hojalata al que, repentinamente, se han olvidado de engrasar.
Tal vez es todo una broma del destino, susurro cuando me encuentro con una caja llena de sus cosas. La llamada, esto… ¿se han puesto todos de acuerdo de repente? ¿Saben algo que yo no sé? ¿Me ocultan cosas? Si es así, no sería nada nuevo.

Dudo y me balanceo entre la desesperación, la tristeza y el enfado. ¿Qué te pasó, pequeña y misteriosa Haylei?
Jugueteo con uno de sus collares en forma de espiral y pienso, mientras no aparto la mirada de todas las cosas que un día vi entre los rincones del desordenado apartamento de Paul, que tal vez debo olvidarme de ella de una vez.

 Saco una cinta de super8 de la caja y soplo para que el polvo acumulado se disipe por el aire. Unos minutos después, la voz de Paul se extiende por mi salón y su imagen aparece en la pared. Él, enfocándose a sí mismo y presentando una de las tantas coreografías, con euforia y énfasis, después pasa a enfocarnos a nosotros, el espacio es pequeño, pero nos movemos como si tuviéramos todo un campo para bailar. Mis manos agarrando su cintura, su pelo violeta recogido en un grácil moño medio deshecho, su mirada y la mía. Todo.
La cinta se acaba y un sonido sordo proveniente del aparato inunda el silencio que estaba por formarse.  La oscuridad nubla la habitación, y todo lo que acabo de ver, se hace lejano y distante, como si fuera una película y a cuyos personajes no conociera de nada.



Me miro en el espejo y sigo teniendo el pelo violeta, ahora es más largo, y las raíces empiezan a notarse, mi pelo rubio ceniza asoma por arriba. Decido que no tardaré en volver a teñirme.
Miro de nuevo por la pequeña ventana situada encima de mí también pequeña, cocina de gas, y compruebo que el cielo anuncia tormenta. Corto con mi subconsciente, corto con el mundo real, y corto conmigo misma, pienso pausadamente en todo, tomándome mi tiempo y mi calma. Y para cuando recobro el dominio de mi misma, estoy en la calle, empapada, a dos pasos de formar parte de un charco y ardiente de fiebre.

Y como esto no es ninguna película, empiezo a estornudar, como un cachorrillo hambriento.  Pero decido, que si he de morir ahora, y ha de ser de frío, que sea. Acurruco mis cansados y entumecidos brazos alrededor de mi misma y sonrío irónicamente al cruzar mi mirada con un huesudo y sucio vagabundo que me ofrece un trozo de pan desde el portal. No lo tomo, ni siquiera le doy las gracias, simplemente sigo, con pasos entre cortos y largos, acelerados y pausados, llegando al cine Capito.
Puedo ver las ventanas del piso de Paul desde abajo y cómo ya no hay flores en el balcón. Las luces del cine están apagadas, las grandes letras fosforescentes ahora sin luz ni brillo, me promueven nostalgia, y el portero me mira con recelo desde el interior de una cabina de cristal.

Entro al interior y todas las salas están cerradas, el hall se muestra como algo grande que ha dejado de serlo. El terciopelo rojo de todas las cortinas me calienta los huesos con su mera presencia y la alfombra roja bajo mis pies se empapa. No parece importarle a nadie el hecho de que yo esté aquí, ni tampoco que un cárdigan negro se encuentre en el suelo.

Brilla mi colgante en forma de espiral sobre sus manos, y me mira desde una de las puertas.

La veo empapada delante de mí, y me pregunto si habrá alguna cámara oculta escondida, preparada para 
grabar esto y usarlo en la televisión.

Ninguno de los dos se mueve.

Permanecemos quietos.

Un trueno retumba haciendo eco en el hall  y alumbra nuestros rostros pasando por las puertas de cristal.

Quiero abrazarla, me da igual que haya pasado, porque todos y nadie están así.

Por un momento olvido todo, lo que hice, lo que hicieron, lo que el no sabe.

Un pequeño hueco en el espacio-tiempo en el que no existen los secretos.

Ya no importa nada, se lo diré todo, llorare en su hombro y dejaré que me juzgue.

Olvidaré todo, borrare lo que pasó y empezaremos de nuevo.

Me acerco.
Me acerco.

Le beso.
La beso. 

De todas las películas que aquí se proyectaron, la nuestra sería la mejor.
*The End*

2 comentarios:

  1. Te tengo que volver a felicitar.
    Me ha encantado esta segunda parte, y aunque quedarse en el pasado no es bueno, no quiere decir que sea malo volver de vez en cuando.
    A veces reencontrarte con los fantasmas del pasado cambia tu vida, a mejor, y más en el caso de Haylei, que parece tener una vida desestructurada tras haber abandonado a sus amigos-aunque no los ha abandonado, simplemente se ha ido o han cambiado- .
    El joven parece seguir enamorado de Haylei, así que por ahora todo es perfecto.
    Claro que si tienes pensado hacer un tercer capítulo, seguramente la historia deje de ser tan perfecta.

    Por mi parte las historias con trama principal romántica no suelen salirme, pero la tuya está muy bien hecha, y no se ha vuelto nada pastelosa, felicidades de nuevo.
    Ah, y me ha encantado que metieras baile por el medio.

    Un beso, nos leemos:)

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    Respuestas
    1. Gracias por el simple hecho de leer.
      Y gracias de nuevo por el simple pero a la vez complicado hecho de felicitarme y comentar.
      Gracias, definitivamente.

      pd: No creo que haga un tercero, las historias de amor con un final, no es que me atraigan mucho, me gusta mas dejar la incognita de que pasara y que cada uno se imagine su propio fin.

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gotas llenas de sentimiento