Vivimos en una eterna incertidumbre, y la única forma de asumir esa incertidumbre es a través del arte.

sábado, 15 de marzo de 2014

Era eso.

Era como un hueco en el pecho que menguaba y crecía según, quien sabe qué. Dolía a veces, casi siempre, cuando lo miraba tendido y huesudo sobre el colchón en el suelo, dolía porque no se supone que tuviera que ser así, y las cosas injustas duelen un poco más que el resto.

Eran sus ojos vacíos y llenos a la vez, perdidos, inmensos, rotundos, huecos, nadando por la pared calcificada que escalaba sobre el en esa habitación atestada de telarañas, roñosas y viejas telarañas.

Era la forma en que se sentía su cuerpo en un abrazo, como algo grande que se moría lentamente, una estrella tornando en agujero negro.

Eran sus palabras, grandes, gigantes, sus ideas de un mundo mejor, el sueño de toda una vida: historia, justicia, paz. Y se preguntaba cómo podían caber palabras tan grandes, en un cuerpo tan acabado y pequeño, y sumiso.

Era su forma de leer con velas, cerca de la ventana envuelto en su piel pálida que gritaba fuerza y parecía tan débil, eran sus pupilas, incesantes, moviéndose como un compás, bebiendo palabras, y frases y libros enteros.

Era su “a veces, me pierdo” que parecía tan claro y se entendía de forma tan complicada. Sus oídos sordos, su mandíbula tensa, sus rasgos, firmes y suaves, filosos, latentes. Sus parpados caídos, su intento de sonrisa, la duda y el miedo escalando hasta sus ojos que eran tan solo mares embebidos de historias rotas.

Era tal vez eso, lo que años después, cuando las flores, amarillas, tendidas sobre el colchón blanco hubieran marchitado, lo que recordaría de él. Porque lo demás, era seguramente, demasiado doloroso. El modo en el que le miraba, sus ojos gritando cosas que ni si quiera sabia o podía poner en palabras, el “ya no tengo miedo” que susurró aquella noche cuando la vela se consumió distante y fría en una esquina de la habitación. Los susurros roncos, y el momento en el que empezó a decir la verdad, porque los comienzos de los finales nunca le agradan a nadie. El “cuida de ella” que se repetía incesante en su cabeza junto a la canción de cuna que le tarareaba para que dejara de llorar, porque ahora, el miedo se había instalado en su corazón. Y aunque los huesos que se deshacían, fueran los suyos, él solo consolaba, porque duele más a quien dejas que a donde te marchas.

Era eso, y un mar de cosas más, como sus ojos, que eran distantes y fríos y te quemaban sin embargo y te abrigaban en invierno. Era eso, lo que recuerda porque el resto de cosas, se distorsionan como los dibujos a acuarela o como el reflejo de su rostro en el agua. Porque se a aferrado tanto a su rostro ardiente y frío en la memoria, a sus dedos frágiles y finos, como porcelana y a las palabras resonantes, grandes y alzadas sobre su memoria, se ha aferrado tanto, tanto a ellas, que ahora solo hay distorsión y el hueco grande, gigante en su pecho, que duele mucho, puta madre, duele mucho.


“Es eso- susurra todavía a veces por las noches, encima del colchón, aplastando las flores amarillas- perderse, ahora te entiendo” Y no hay más, solo una noche vacía y oscura, infinita y rotunda como el agujero negro en el que se convirtió la única estrella de su mundo particular. 

Y como se perdía y se hundía, cuando ya se hubo ido, poco a poco, poco a poco, joder.



Y recordaría también, en una última instancia, cuando ya ni flores, ni colchón, ni cielo quedara, recordaría sus muñecas, finas y huesudas, alrededor de su cuerpo, como pidiendo permiso, para irse para siempre, a donde no haya cáncer, ni muerte, ni un dolor infinito y sordo, hueco, distante en el pecho anclado.



"Muerto el perro, se acabó la rabia" Susurraste en un intento de hacerme reír cuando tu ya tenías la maleta hecha de recuerdos y un pie fuera de tu cuerpo. Era todo eso lo que ahora intento recordar, pero, puta mierda. 

4 comentarios:

  1. Un texto realmente bonito!! Sigue así!!!!

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  2. Lo de puta mierda va bien con lo de olvidar, porque no hay nada que más duela.
    A veces pienso que algún día no recordaré nada, porque cada vez olvido más.
    Aunque tampoco sé que debería hacer al respecto.
    Y lo de muerto el perro se acabó la rabia es un mito, sólo eso.
    Un texto genial, y ya sabes, pásate si quieres <3

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gotas llenas de sentimiento