Vivimos en una eterna incertidumbre, y la única forma de asumir esa incertidumbre es a través del arte.

martes, 4 de marzo de 2014

Non voglio andare, ma se non farà impazzire.

Lees sentado en el arcón. Y tus pupilas se agrandan bajo la luz tenue del atardecer que se cierne sobre la ventana, tirita el frío entre tus manos, que pasan despacio y temblando cada hoja. No sé en qué piensas cuando lees, siendo realistas, no sé en qué piensas nunca, ni lo sabré en ningún momento.

Tienes la espalda un poco curvada y los rayos de luz hacen sobra sobre tus piernas, la habitación parece quedársete pequeña y sin embargo tú pareces encontrarte en un vacío infinito entre lo que lees y lo que imaginas.

Este es de esos momentos que me gustaría recordar siempre, uno de esos que guardo bien adentro en mi cabeza para que se conserve a pesar de las telarañas, porque está el equilibrio justo entre mi ausencia y tu expansión y ojala fuera siempre así.

Ojala no se guardaran tantas cosas por decir en los libros que llenan las estanterías que te rodean.

La vida parece florecer en tu rostro y morir pocos segundos después en tu mirada, como el matasellos del correo a tu mente. Y mientras el sol declina y tus pupilas se dilatan y tu pie, disimuladamente, tiembla ante la estimulación del libro que sostienes en tus manos, yo, me alejo de la puerta.

Porque nunca estuvo bien espiar, y ya me lo dijo mi madre, y mi profesora de matemáticas en primer grado. Y ya lo sabía yo, pero, como me explico a mí misma, que esa es la única forma de ver lo que realmente eres sin tapujos y medias verdades dirigidas a mi cara. Un día dijiste, que nos queríamos tanto que nos estábamos matando. Hubiera deseado en ese momento, que no llevaras toda la razón, pero la llevas.

Guardas tantas cosas detrás del movimiento de tu mano al escribir una palabra, y la caída de tus ojos al hablar de forma sarcástica. Guardas tantas cosas en ese rincón de  tu mente lleno de telarañas, que al final, voy a mirarte y solo veo una gran mentira.

Supongo que tú ves lo mismo cuando me miras.

Por eso, y porque ni si quiera sé cuántos cuchillos sientes que se te clavan cuando la recuerdas a ella, por eso, y porque nunca me hablas sin filtros en la voz. Por eso y porque nos estamos matando, y porque tengo miedo de hablarte, me voy.

Y dejo encima de la tetera, la página del libro por el que nos peleamos aquella primera tarde en la biblioteca, y al que, tristemente, debería haber hecho más caso.

Cuando abro la puerta, las farolas afuera se están empezando a encender, llueve de forma primaveral en el portal de cada edificio, el sol ya se ha escondido, el vecino de arriba toca la fuga de Bach con el piano y tú gritas mi nombre justo antes, de que cierre la puerta.



La vida le había enseñado que las personas vivimos tanto de grandes y pequeñas mentiras como del aire. Decía que si fuésemos capaces de ver sin tapujos la realidad del mundo y de nosotros mismos durante un solo día, del amanecer al atardecer, nos quitaríamos la vida o perderíamos la razón.

– El juego del ángel - Carlos Ruiz Zafón

No hay comentarios:

Publicar un comentario

gotas llenas de sentimiento