“Pequeñas son las notas, más ya no llenan mi mente constante
lo suficiente, pues se ha quedado vacía tras la marcha del ruiseñor, pequeño se
le hace el mundo a mi gran mente soñadora,
tras descubrir todos los mares remotos que existen y las pocas tierras
que leer en la palma de una mano, extraño se me hace el cantar de los pájaros
en esta noche de soledad compartida, extraña se me antoja que ya no serán
iguales. Puedo oler ahora el humo cargado de mensajes, de esos que no tienen remitente,
el ruido ahora se hace hueco y deja espacio a los pequeños segundos de
carencia, la matutina respuesta aguarda a ser pronunciada mientras el ruido me
inunda de nuevo y deja atrás esos momentos de paz, el sol temprano asoma por la
línea de la nada profunda y deja en mí la huella de cada noche, la marca de
existencia, la marca de posesión, pues pertenezco a la noche y así ha de ser,
pues soy de la luna y no es un dato que pueda albergar duda, tengo dueña.”
Y dímelo.
Y pronuncia.
Y atrévete…
Pues no habrá otra ocasión que estos pequeños segundos en
los que el silencio me permite escuchar tus lamentos y maquinar una respuesta agradable
que no sea certera pero si sanadora, y déjame que cure tus heridas en estos
segundos, pues mi dueña no me permite hacerlo en otro instante, y enséñame tus
dolencias bajo la luz de la luna que bañará tus lamentos de paz y te albergará
algo de luz en ese roto corazón tuyo.
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gotas llenas de sentimiento