Nacemos para morir.
Una y otra vez, nuestra existencia es un círculo vicioso que nunca acaba y que
nos renueva cuando llega la hora. Y poco podemos hacer al respecto. Nada
cambiará si desafiamos al destino matando nuestras neuronas a porros, nada
cambiará si desafiamos a la muerte subidos en una moto en un barranco perdido,
nada cambiará si fingimos que no pasa nada y es que, si que pasa. Pero, dime
qué hacer, porque yo, sencillamente, no lo sé. Y en nuestro pensamiento de
mover la existencia de lugar, nos enamoramos o matamos o nos perdemos por los
mundos del poder, y nuestra atención de desvía y ya nada será igual dentro de
la monotonía del vivir. Y acabamos nuestra historia con un final, porque todo
acaba, y volvemos al problema del principio, de, “¿Qué hacer, para cambiar esta
mierda?” Pero morimos, para luego nacer y seguimos sin saber que pasa. Y dime,
que hay después de todo esto, que puerta se abre si todas están cerradas.
Respóndeme si puedes porque, lo digo enserio, yo no tengo ni idea.
Cuando lo sepas, llámame.
Confúndete y en la confusión, ahí, estaré yo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
gotas llenas de sentimiento