No soy de mínimos, ni de máximos, soy de intermedios y
finales. Soy consumidora compulsiva de suspiros, creo que quien los fabrique se
hará millonario conmigo. Las miradas me confunden y las respiraciones
aceleradas hacen de mí un mundo de experiencias incontroladas las cuales me
gustaría cortar cual trozo de cristal, tirarlo al suelo y disfrutar del sonido
de roto que produce, sentir como los pequeños trozos se clavan en mis pies
descalzos y los cortes me producen un dolor que alivia el interior. Soy
masoquista, dejando que me arañen y me despojen de la sonrisa, dejando que el
suelo frío me guarde en vez de las dulces sábanas de mi cama, soy masoquista
cuando salgo a la calle y descubro que voy sola, cuando dejo que los
comentarios me modelen y mi alma grite queriendo ser quien es. Soy masoquista.
Pero realmente, es lo único que me mantiene viva, mi masoquismo y mis ganas por
dejar de serlo, una lucha interior que nunca acaba, y dime ¿qué sería de los
guerreros si no hubiera una guerra que pelear, perderían uso y arruinarían sus
ganas de vivir? ¿Toda su valentía se iría por el desagüe? Tengo una lucha interior que no acaba, tengo
una lucha que me revuelve las tripas y me arruina las mañanas. Pero soy quien
soy, con mis problemas mentales, mis luchas emocionales, con todos mis amantes
de alcantarilla y mis príncipes azules que aparecen con los ojos cerrados, soy
la mirada de un frío viento y el sol de un cálido rayo, fui, soy y seré la promotora
de miles de sonrisas.
“Cuando no quede lucha, no queden sonrisas y no queden
amantes, ¿qué será de mí?”
“¿Me renovaré, cambiaré y creceré?”
Cuando eso pase, solo, cree en ti misma.
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gotas llenas de sentimiento