Vivimos en una eterna incertidumbre, y la única forma de asumir esa incertidumbre es a través del arte.

domingo, 11 de noviembre de 2012

Noviembre.

Un cachito de mi invierno es lo que os doy. Una pequeña parte de esas que se saborean y después te producen un grato escalofrío. Un cachito cargado de bufandas y de manos frías al calentarse con una taza de café humeante. 
Mi noviembre tiene como atrezo los árboles con una o dos hojas que luchan por quedarse amarradas y no caer al igual que sus hermanas, los paraguas negros cubiertos de pequeñas gotas y el cielo gris típico de películas de miedo, tiene como escenario mi casa y el café caliente sobre mis labios, y el público son los propios pájaros del solitario balcón de mi cuarto, con sus graznidos a voz de canto y la sinfonía de las urracas negras en tejado de la casa de enfrente.  
Este año el invierno llegó anticipadamente y el otoño le dejó paso con maestría. El frío cala los huesos antes y las gotas de lluvia son ya muy normales sobre el cristal de mi ventana. Por la noche, las nubes descansan y el cielo se abre dejando ver las estrellas. A la mañana todo se vuelve gris y ni los rayos del sol logran atravesar el espeso algodón del tejado del mundo. 


El viento y la lluvia acarician el tejado de mi casa y la sinfonía se produce en todas las habitaciones despertando al invierno de mi interior. 

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gotas llenas de sentimiento